El pueblo estaba tan maravillosamente diseñado que podías recorrerlo sin perderte tanto de día como de noche. Los muros blancos de sus calles proyectaban fresca sombra sobre las aceras, y corría el agua por una canal en el centro, tintineando como una moneda en los oídos, y llenando el aire de frescor. Cada casa entregaba a la calle una puerta ancha de madera, que cuando se abría mostraba un pequeño jardín con unas bancas que usaban para reunirse los vecinos al atardecer y tomar té de flores. En cada patio había un gran árbol, que era siempre el mismo en toda la calle y según el cual la llamaban para distinguirla. Sobre los muros circulaban animales domésticos o salvajes, que no había tal diferencia en el país. Podías lo mismo ver un gato, una salamandra que es como un dragón pequeño que tiene la virtud de girar los ojos y ver el pasado y el futuro. Un pingüino, una onza pequeña, un fénix, un dodo, varios perros, se cruzaban en la maraña de calles que formaban los muros, y se saludaban gentilmente con la cabeza antes de seguir su camino.
- ¿Y por qué se marchaban, entonces, de ese lugar maravilloso?
- A la mayoría nos pedían que nos fuéramos. Otros, sin embargo se iban por propia voluntad.
07 abril 2006
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1 comentario:
Se van porque son viajeros. El lugar más maravilloso para el que va de paso es el viaje. Siempre me han gustado las historias de marineros, mares, sitios descubiertos y por descubrir.
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