04 abril 2006

Estambul II

Salimos con muy buen viento, desplegadas las mayores y menores y la ropa tendida que es como mejor se seca, al salir de puerto. Avanzamos en unas horas lo que a veces se hace en todo un día. Pero inexplicablemente, luego de no más de cinco horas, el viento se detuvo por completo. Ni una brisa, y sin embargo seguíamos moviéndonos, como si fuéramos montados en una serpiente. Respondía el timón, seguíamos el curso, era día claro, así que aparte de la extrañeza, nos sentamos con los pies colgando a beber algo mientras el barco hacía solo su trabajo. De vez en cuando Smeeth corregía un grado a babor por acá, otro a estribor por allá, pero aparte de eso era una delicia la suavidad del viaje. Y no sé si el sol o los vapores del agua fermentada nos pusieron pronto en un estado de sopor que, si no tuviera pruebas más tangibles, diría que es la disposición ideal para que lleguen visiones.

2 comentarios:

leonardo dijo...

Claro, incluso a veces las visiones se experimentan de maneras bien multisensoriales, se viven, durante tiempo largo, y al final son mejores que la vida.
Y si son indivisibles, indiscernibles de ella, qué importa? Como decía Paul Simon: "Everything looks better in black and white"

Renata dijo...

y yo, que estoy viviendo un estado de ensoñación permanente, veo, escucho y siento mis visiones. Me abrazan, me besan, me aman, pero temo que cuando el viento arrecie de nuevo, desaparecerán. El precio por volver a la realidad.