04 abril 2006

Estambul IV


Fueron subiendo todos los hombres a cubierta , gritando de rabia y miedo, pero sólo parecían bostezar. Sacudían la cabeza, como para deshacerse de los malos pensamientos. Pero nada conseguía liberar la voz de nuestras gargantas, ni detener el avance de nuestra nave que recto como una mirada enfilaba hacia el barco enorme de velas azules que sonreía en medio de la bahía.
Desenvainé. Eso podía hacerlo todavía. Algunos me imitaron, otros cayeron de rodillas, como si en ese momento aprendieran a rezar. Ciento cincuenta varas, cien, ochenta y aun no veíamos a nadie. Cincuenta, treinta, veinte, ninguna bandera, ni movimiento en las escotillas, sólo el brillo de los cañones bajo el sol y la sal de mediatarde. Quince, diez, ocho, y la nave se detuvo. A un tiro de piedra del barco de guerra, simplemente dejó de avanzar, sin arrastrar oleaje ni turbar un palmo la solemnidad de las hileras de cañones justo enfrente de nuestra nariz.

1 comentario:

leonardo dijo...

Eeehh, me podría repetir la pregunta por favor?

Bueno, igual gracias, tus comentarios me motivan mucho. Recorriendo los blogs me sorprende la laboriosidad con que le respondes a tanta gente. Gracias por eso, eres como un hada que toca muchos rincones, y los ilumina. A mí, al menos. Seguíré escribiendo, lo más que pueda...