05 abril 2006

Monstruo

Sólo al tercer día vieron al Monstruo. Lo sintieron en el espinazo mucho antes, observándolos en silencio, calándolos con su mirada del color de la pimienta de Indias. Sabían que eso no era sólo un escalofrío.
No vieron el mar de brazos rodeándolos, hasta que ya fue demasiado tarde. Pero no importaba, al Monstruo había que verlo, retener la respiración, quedarse inmóviles por un segundo una semana un año. Estar ahí, como nadie más, en el momento de la victoria, la agonía y el éxtasis, the power and the glory.
Ahí se quedaron, contando los ojos, midiendo las escamas, guardando en la memoria las aletas, las garras colmillos alas agallas, el falo enorme que dividía en dos las aguas. Qué importaba si iba a devorarlos. Qué importaba si oscurecía el cielo, si hacía hervir el agua, si envenenaba hasta el último pez en cuarenta o cuatrocientas leguas. Sirvientes del Monstruo, de su imagen en cada uno, desde el fondo de su alma negra. No hay más que decir, sólo dar gracias por la dulce alegría del reencuentro.

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