
Llegar al puerto de Frigga que siempre era una fiesta, aunque al partir es dulcemente triste ver las danzas sabiendo que no las verás jamás de nuevo. Las grandes banderas bordadas de oro y azafrán, los hipogrifos en vuelo, casi rozando tu cabeza, los grandes rebaños de cabras negras y blancas, los altos nubios, los esciápodos, los hombres con cuernos, las bellísimas Swapneshwari..
- Me still cannot understand why ye left such a wonderful place…
A muchos nos pedían marcharnos, porque éramos demasiados. Cada semana llegaba al puerto un barco colmado de viajeros que querían hacer patria en la isla. Y el pueblo, decían, no podía crecer demasiado porque afectaría el curso del río. Tampoco podríamos dormir en el bosque, que era muy fresco de día y abrigado de noche, porque no saldrían las lechuzas a cazar, y se llenarían las calles de ratas, bellísimas, pero ratas al fin. Y no era cosa, decían, de simplemente meter más gente en las habitaciones, porque la respiración de tantos en conjunto formaría una nube que haría llover más allá de lo necesario. Entonces había que hacer sitio para los recién llegados, y el barco regresaba al océano colmado de peregrinos con los ojos llenos de sueños, que en ciento cincuenta leguas se transformaban enseguida en nostalgia.
Y otros se iban porque necesitaban cambiar, y en ese lugar era imposible. Allí todo estaba en perfecto equilibrio, y sin desequilibrio, no hay movimiento.
1 comentario:
Por fin entiendo por qué se iban de la isla. Me parece una poderosísima razón, de otra manera sería supremo egoísmo. Creo que Ítalo Calvino llegó a esa isla en alguna de las oleadas de migrantes.
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