21 febrero 2007

Bah


Es muy mala la comida en este barco. Faltan frutas, verduras, cualquier día nos asalta el escorbuto. El agua dulce es muy salada, da más sed que no tomarla. La sopa está fría, la cerveza, caliente. A esto que le llaman arroz yo le diría más bien atroz, y eso aun sería poco. Le he estado echando el ojo a esos ratones gordos que se escuchan en la segunda cubierta, que tanto ruido hacen que se adivinan sabrosos, opulentos como un cerdo pequeño. Pero son sólo ganas, no he logrado verles ni la cola, así que eso de echarles el ojo es una forma de decir.

No sé por qué hablan del ancho mar si a mí me parece tan estrecho. Del ancho de esta ventana a cuadros, nomás un palmo y se acaba. Una línea más o menos recta, oblicua a veces, y poco más. Y salir a la cubierta es sólo un golpe seco de sol y sal. El calor es de infiernos día y noche, salvo cuando hay tormenta, que es de infiernos, pero mojados. Y la tripulación ya no me habla, quizá porque yo no les he hablado nunca.

Cruje además como madera de horca este barco viejo, como si fuera a hundirse a cada rato, pero nunca se hunde, cabecea como un percherón y sale a flote. Huele mal, a pez rancia, o a levadura. Si no pasara todo el día con este pañuelo en la boca no podría dejar de vomitar todo el día, aunque fuera para sacar fuera la comida pestilente que me dan... ¿Les hablé ya de la comida?

1 comentario:

Renata dijo...

¡Y yo que pensaba que el naufragio del año pasado había sido el final! Está claro eso de que "mala hierba..."